Hay un juego que no puedo dejar, necesito vivirlo. El amor y la pasión de solo una noche me reconforta, y me protege. El saber que jamás volverás a ver a esa persona lo hace mas extremo e interesante, desata mis pasiones e inhibe mi vergüenza.
Esta noche y como tantas otras me fui a un bar con mi mejor amiga, ella no comparte mi forma de ver las relaciones. Asegura que me escondo de mi capacidad de amar. De eso hablabamos mientras saboreabamos unas caipirinhas cuando mi mirada se posó en un tipo que entraba al bar. Vestía chaqueta de cuero y jeans oscuros, se dirigió a la barra y pidió un trago. Volví mi atención a mi amiga, suena su teléfono, y es el pesado de su marido que no puede dejar a su mujer salir a tomar un trago. Fui al baño, no soporto las discusiones de pareja.
Qué manera de maltratar tu juventud teniendo un esposo, cuando podrías disfrutar de todo lo bueno que te ofrece la vida sin atarte a una persona.
Volví a nuestra mesa, mi querida y sometida amiga debía marchar, tomó sus cosas y se despidió de mi.
- Cuidate por favor, tú sabes a lo que me refiero- enfatizó.
- Descuida, hoy solo me acostaré con uno- le dije riendo.
- Gracias- y se fue.
Tomé mi chaqueta, mi trago y me fui a la barra. Un tipo se me acercó y me invitó a beber de lo que tenía en su vaso. No, gracias. Al parecer no le gustó que me negara, lo noté agresivo e insistió, amablemente le repetí que no me apetecía, ya tenía mi bebida.
Tiró mi vaso al suelo y volaron los pedazos de vidrio. Enojado me tomó por los hombros para sacurdirme, pero algo lo contuvo y me soltó inmediatamente. El sujeto de chaqueta y jeans oscuros había salido en mi defensa.
Me tomó de las manos y me sacó de ahí.
- Estás bien?
- Algo así, gracias, no se que le sucedió a ese tipo, yo solo le rechacé el vaso.
- ¿Y a mi me aceptarías un trago de vino? - me preguntó seriamente.
- Está bien.
Fuimos a su casa, bebimos y conversamos de la vida, era menor que yo solo en un par de años, soltero, sociable y algo rudo, misterioso. Me lo propuso sin vacilar, quiero tener sexo contigo, aquí, ahora y muchas veces. Si hay algo que enciende mi pasión es un hombre con decisión.
Como respuesta le subí el volumen a la música, me acerqué y le quité la camisa, inmediatamente me tomó con ambas manos de las nalgas y me presionó contra su erección latente. Recorría mi cuello con su boca, besaba, succionaba y lamía mi piel, mientras sus manos danzaban por mis muslos en dirección a mi entrepierna. Yo solo atiné a respirar y dejarme llevar, me daba nalgadas de vez en cuando y yo no podía dejar de escapar algún pequeño gemido, sobretodo cuando estos golpes eran cerca de mi sexo.
La ropa estorbaba, rajó mi blusa y el brassier desapareció como por arte de magia. Tocó y masajeó mis pezones, se los llevaba a la boca y los mordía, provocando que en mi centro hubiesen descargas eléctricas.
Yo quería ocuparme de su miembro, preparado esperaba por mis caricias y mi lengua. Jugué con su punta, la introducía a mi boca y la rodeaba con la lengua, luego recorría todo su largo con codicia, lentamente, saboreándolo. A veces me daban ganas de morderlo, lo metía hasta mi garganta y succionaba, cada vez más rápido. Poco antes de llegar a su climax me tomó y colocó en su sofá, abrió mis piernas y se puso a darme placer, y cómo lo hacía!, me temblaban las piernas con su experticie, introducía sus dedos y lamía con agilidad y rapidez. Comencé a sentir calor de la cintura hacia abajo, casi se me dormía la cola, aumentó de ritmo y yo no aguanté más, grité como nunca. Pero nada había terminado, me penetró inmediatamente, estaba apretada despues del orgasmo así que su goce era más sabroso. Mantuvo un ritmo suave para que me recuperara, cuando volvi completamente al juego, aceleró. Me tomaba de mi cadera, era amo y señor dominante, y eso me quemaba aún más. Gemía sin parar, me dió vuelta para quedar mas cómodos y me tomó fuertemente, logrando embestidas que me descolocaban de mi eje, gritamos los dos juntos cuando se acercó el final y caímos en su alfombra agotados.
La noche fue larga y el desayuno también. Una buena manera de comenzar el fin de semana. Cabe resaltar que nunca más lo volví a ver, si no ¿qué gracia tendría el sexo casual?