20/marzo/1990
Odio el olor de la gente, los fluidos de la humanidad, los detesto. Odio por sobretodo el olor del cigarro, impregnado en cada asquerosa parte de los hombres que vienen a este lugar a buscar placer. Ya se cumple un año en que tuve que caer en este maldito juego, obligada por la esperanza de un hermoso amor que terminó en un cruel engaño, lejos de mi casa, mi familia, mi vida, tragada por una puta ilusión... puta... puta... puta... puta...eso soy, eso tuve que ser, en eso me convertí desde el momento en que la burbuja de su amor se rompió. No es grato aquí, si no hubiese caído a sus encantos, ahora estaría a la mitad de mi carrera universitaria, sería una buena estudiante de ingeniería y mi familia sería mi primer apoyo, pero aquí estoy sentada en una cama donde pasa todo tipo de hombres y mujeres que necesitan saciar desde los placeres mas básicos hasta los inimaginables.
Pero de eso no quiero hablar por ahora, me decidí a escribir este diario porque necesito desahogar mi alma, me siento sucia, cada parte de mi cuerpo está cubierto del miserable dinero, mi piel está impregnada de la mugre que consume a todo aquel que visita esta casa. ¿Huir? sería la peor de las opciones, este maldito imbécil me tiene encarcelada a este país, no conozco a nadie que me pueda apoyar y con suerte he aprendido el idioma, y el dinero que recibo de mis servicios no tengo donde esconderlo de este desgraciado que me quita la mitad y no puedo ahorrar. También escribo desde ahora, porque si me llega a suceder algo y alguien encuentra este diario podrá aclarar que soy una extranjera en este país, a la cual engañaron, y la hicieron sufrir. Desearía continuar escribiendo, pero ya estoy en la hora en que debo prepararme para empezar a atender a mis clientes, solo Dios sabe a quienes tendré que atender hoy, las cosas que pedirán y lo que tendré que hacer para sobrevivir un día más a esta asquerosa vida.
una atrapada Anette.
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