Abrí los ojos de repente y sentí cómo acercaba mi boca a la suya. Fue un beso abrumador, anhelado desde el primer momento, saboreado desde que lo vi hablar y negado hasta ahora.
Me dejé llevar por su calor, por la forma de acercarse a mi, y por todas las razones que mi corazón no puede entender ni controlar.
Suave, dulce, húmedo, ansioso, su beso era todo lo que había pensado... y más. Cada movimiento de sus músculos era una invitación para sentir lo cálido que podía ser. Nuestras lenguas se enredaban y bailaban en busca de ese poder que te hace actuar.
Actuar para mover tus manos y desabotonar cada barrera que se interpone al roce de la piel, al goce...

Muchas veces, y las mujeres estarán de acuerdo conmigo, no hace falta de la penetración para llegar al éxtasis y ésta fue una de esas ocasiones, tanto así que luego de enfrentar el firmamento con la danza de nuestros cuerpos... sentía que lo conocía de toda la vida, que me sabía todos sus secretos, que podía leer mi mente...sentíamos que nuestras almas venían unidas hace mucho tiempo.
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