Como todo día normal, me levanto, me ducho, me visto, desayuno y me voy a clases, camino al paradero del transporte y cuando viene me subo, viene con pocas personas y asientos libres. Me acomodo al lado de la ventana y miro el paisaje gris de la ciudad; siempre me he preguntado si estamos bien así, con tanto gris en nuestro dia a día, pero después me doy cuenta de que no importa, a nadie le importa porque están tan apurados viviendo sus vidas que no se dan cuenta de las maravillas que te entrega el vivir.
Yo trato de disfrutar de los detalles hermosos de cada camino, pero hoy estoy cansada de andar aproblemada y no despejarme de ello. ¡Qué ganas de tomar cualquier rumbo y llegar hasta donde tus pies te lleven! ... pero tenemos obligaciones, lazos, deberes y responsabilidades con nuestro mundo.
Espera, no es de vida o muerte que vaya a clases, la única obligación que tengo es conmigo misma. Llega el momento de bajarme y salir de mi comodidad, pero no, seguiré hasta donde me deje esta ruta. Sonrío y me acomodo en el asiento, duermo un poco y despierto a veces, hasta que llega el momento de bajarse porque el bus termina su recorrido. Ahora, ¿a dónde ir? mmm... a la playa! cómo desearía respirar ese maravilloso aire marino y caminar por la arena.
Tomo el metro bus hasta la salida de buses a la costa, y compro pasajes para el primer bus, a donde sea, paso a comprarme unas galletas y una bebida antes de partir. La tranquilidad que siento es abrumadora, casi utópica, de ensueño. Es un día para mi misma, para escapar de toda incomodidad de la cotidianidad y disfrutar del mar y la soledad. Me subo a mi bus y comienza el recorrido, primero todo lo que se ve por la ventana son carreteras, solo gris, están dando una película, conecto los audífonos y la veo por mientras cambia el paisaje.
Miro hacia afuera y veo cerros por doquier, el terreno cambia constantemente, a veces veo hectáreas de plantaciones, otras veo cerros, carretera y mar ... lo veo a lo lejos y sé que me espera para unir nuestros pensamientos. Lo que queda del viaje lo duermo y tengo sueños hermosos, lo sé porque mi despertar es con una sonrisa instalada en mi cara.
Bajo del bus y paso a comprar comida, la idea es no morir de hambre, y camino hacia el mar, bajo por un cerro y llego a una planicie, al tocar la arena me quito los zapatos y siento el calor que me abraza y me recibe para tener una tarde a solas con el océano. Dejo mis cosas en la arena y me acerco a la orilla, gotitas y espuma quieren producir cosquillas en mis pies.
Finalmente me siento y miro al fondo azul- celeste , sonrío, que maravilla, todo lo malo y las incomodidades valen la pena si puedes darte el tiempo de disfrutar por un día todo lo que puede conectarte contigo misma, solo debes arriesgarte.
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