Hay una pregunta que desde hace algún tiempo pasea lenta, pero arduamente dentro de mi cabeza: ¿En qué me he convertido?
He tratado, con gran superioridad, de evadirla. La pregunta me asusta, me carcome y produce un bloqueo mental en mi cansada mente, me produce un dolor en el centro de mi pecho, me quita el aire...por eso la evito.
Sin embargo lo que me aterra a nivel celular, y podría decirlo, a nivel molecular también: es la respuesta. Todo en mi se estruja, se deshidrata, se vuelve tóxico y es tanto el dolor que se deja de sentir cualquier estímulo.
El miedo es uno de los peores sentimientos cuando te has vuelto una persona que gusta de reflexionar sobre la vida. Comienzas a temer de tu mente, de lo que puede elaborar, esos pensamientos que vislumbran la realidad de tu propia existencia. Analizas todo, tu amiga te cuenta su vida y más que pensar en ayudarla, comienzas a evaluar el porqué ella hizo tal cosa, el trauma que tiene, cómo influye en ti, "a mi también me ha pasado", yo hice tal cosa, el trauma que tengo, como influye en los demás, lo que debo hacer, lo que debo reflexionar....y así una infinidad de pensamientos hilados en unos pocos segundos ¿y qué pasó con tu amiga? ya no le tomas atención, no existe su problema, solo existes tú y tus traumas. Qué asco de amiga soy.
Me he dado cuenta, dolorosamente, que no soy la persona que creo ser. El egocentrismo ha hecho mella en mi personalidad dejando salir los peores sentimientos que podría tener hacía alguna persona, y duele. La maldad de la gente que me rodea por fin ha corrompido mi mente. Muchas veces tengo que suprimir comentarios venenosos que luchan por salir de mi boca, me doy cuenta, me hago consciente de ello y me asusto (otra vez el miedo), me doy asco... ¿En qué me he convertido?