Cuando la noche cae siento el deber de pensar en ti, en el sabor de tus ojos y en el color de tus labios. Cada parte de mi se torna a tu ser, a los pequeños momentos que hemos pasado juntos, y me es imposible no recordar cada sensación que produces en mi. La otra noche recordaba cuando nuestras almas se encontraron por primera vez, aquella noche en que fuimos el uno del otro.
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Nos encontramos en la biblioteca de la universidad, me paseaba por las estanterías de la sección de "literatura chilena", y tu estabas estudiando en un rincón cuando nos encontramos, nos sonreímos y nos pusimos a conversar. Decidimos ir a un parque que quedaba cerca de su casa para capear el calor típico del mes de noviembre, tomamos nuestras cosas y nos encaminamos.
Hablábamos de todo, nuestra amistad había empezado ese mismo año y a mi me había gustado desde el principio. Siempre tuve paciencia, quería conocerlo mejor y quizás yo le gustase a él algún día, por mientras disfrutaba cada momento con él. Cuando llegamos al parque nos compramos unos ricos helados y nos sentamos en el pasto.
Cada vez que lo miraba trataba de no sonrojarme, como pasa siempre que estoy con él. Me preguntó sobre un tema de mi especialidad y comencé a explicarle la respuesta, trataba de no mirarlo y de concentrarme en lo que hablaba, pero mi intención fue fallida, no sé cómo me tomó suavemente de la pera, me subió la mirada y me besó. Sorprendida no supe reaccionar de inmediato, todo lo que había querido desde el momento en que lo conocí había sido besarlo, y ahora sin ningún aviso estaban nuestros labios tocándose. En ese momento hice lo que mis sentidos mandaron, lo tomé de la nuca y le respondí el beso, en un principio tierno, pero no era un beso común, la metamorfosis de los sentimientos se ve reflejada en el ósculo, primero tierna, luego profunda y termina en la pasión. Todo en un solo primer beso, sin duda el más significativo de mi vida hasta el momento, el más completo.
Cuando nos separamos solo atiné a reír, los nervios siempre me traicionan y se presentan en risa incontrolable, él lo notó y me volvió a besar, esta vez fue con mucho cariño, con besos pequeñitos y suaves.
Y así pasamos la tarde, conversando y besándonos, confesando cuánto y qué nos gustaba el uno del otro, siendo sinceros y dándonos cariño. Se hacía tarde y recibió una llamada, su madre lo llamaba porque iba a quedar la casa sola, saldrían a la fiesta de un familiar. Decidió invitarme a ver películas y pasar más tiempo juntos, a lo que difícilmente acepté y avisé a mi madre por teléfono que no llegaría a casa.
Nos fuimos jugando todo el camino, era muy grata esa sensación de sentirnos compañeros de juego. De a poco me fui dando cuenta que las mariposas que sentía cuando pensaba en él o lo miraba, seguían existiendo más notorias que nunca. En su casa comimos algo y nos pusimos a ver películas.
Fuimos a su habitación y nos pusimos a conversar. De alguna manera la confianza que existía era total, era como si todo este tiempo hubiésemos estado esperando este momento y esperando a que el otro diera el primer paso. En una mirada supimos que queríamos estar juntos.

Nos recostamos en la cama tomados de la mano, mirándonos frente a frente. Un Brote de lujuria y atracción mezclados con cariño se apoderaron de nosotros, los besos eran cada vez más descontrolados, rozando partes y piel que rogaban por satisfacción y caricias. Dado el momento fuimos desvistiendo al otro, era como si todo encajara, cada movimiento era coordinado, perfecto, pero no había premeditación, era una danza de cuerpos uniéndose. Recorrió cada centímetro de mi piel llevándome al éxtasis, así como yo predispuse de su cuerpo a mi antojo y su placer. El frenesí de la penetración vino más tarde para terminar de consumar el placer, llegando al orgasmo para acabar ambos abrazados sellando ese encuentro con un beso lleno de amor y ternura.
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Todo en ese día fue muy rápido, como si estuviese destinado a suceder. Hoy me siento feliz, nos hemos visto casi todos los días y siempre hacemos algo distinto, jugamos, cantamos, tenemos encuentros sexuales donde nos entregamos todo nuestro amor, donde nos unimos espiritualmente. La unión de lo masculino y lo femenino en un orgasmo.